Creo que todos tenemos a una tía metiche ruidosa e inoportuna que siempre ocasiona problemas, que nunca ayuda en nada, no lo sé ustedes, pero la mía se llama “CULPA”; probablemente también tengan una con el mismo nombre.
No me di cuenta en que momento entró a mi vida, pero llegó, creo que a veces tiene llaves de la casa en donde vivo. Saben ella es tan funcional como un globo para clavar un clavo en la pared, si lo sé, es inútil, hace mucho ruido y molesta.
A mi tía le encanta que me sienta mal por hechos del pasado que no cambiaré y que jamás podré modificar, ¡le encanta recordármelos!.
Puedo decir que en ocaciones la tía (Culpa) es importante, a veces práctica, ya que en diferentes momentos me regaña por los errores que cometo y que están mal, funciona como una alarma de despertador, que me avisa cuando alguna acción está afuera de los valores buenos.
Sin embargo, pienso que lo que le falta a mi tía es que me enseñe a no repetir mis errores, aunque ya me haya dado cuenta desde antes. ¡No tiene esa capacidad!. “Debo aceptar que si bien no puedo cambiar el pasado, muy seguramente seguiré cometiendo más fracasos, necesitaré por mi propia cuenta aprender y mejorar mis acciones para que así mi tía culpable de muchos momentos donde me he sentido mal, no pueda entrar más en mi vida”.
La respuesta a esta tía es fácil; “Para que no enferme (tal como lo hacemos con la tía chismosa de la familia), debo dejarla de frecuentar por salud propia”.